La productividad catalana (como la del conjunto español) no ha aumentado significativamente en los últimos 30 años: en promedio, cada trabajador produce lo mismo que entonces. Por tanto, pretender reducir la jornada laboral sin reducir el nivel de vida es vivir fuera de la realidad. Mientras, en Portugal, Dinamarca y EEUU ha subido, respectivamente, un 33, un 45 y un 58%: allí sí que sería posible hacerlo.
La productividad catalana (como la del conjunto español) no ha aumentado significativamente en los últimos 30 años: en promedio, cada trabajador produce lo mismo que entonces. Por tanto, pretender reducir la jornada laboral sin reducir el nivel de vida es vivir fuera de la realidad. Mientras, en Portugal, Dinamarca y EEUU ha subido, respectivamente, un 33, un 45 y un 58%: allí sí que sería posible hacerlo.Seguir leyendo…
La productividad catalana (como la del conjunto español) no ha aumentado significativamente en los últimos 30 años: en promedio, cada trabajador produce lo mismo que entonces. Por tanto, pretender reducir la jornada laboral sin reducir el nivel de vida es vivir fuera de la realidad. Mientras, en Portugal, Dinamarca y EEUU ha subido, respectivamente, un 33, un 45 y un 58%: allí sí que sería posible hacerlo.
Importa entender que las diferencias de productividad entre los diferentes países se centran en poco más de un tercio del respectivo PIB: manufacturas, sector primario, turismo y unos pocos servicios (finanzas, logística y poco más). El resto, desde las peluquerías a la enseñanza pasando por la policía o la sanidad, tienen en todas partes más o menos el mismo peso y la misma productividad.
En España, reducir la jornada sin reducir el nivel de vida es vivir fuera de la realidad
En este contexto, me llega un documento sobre la productividad en Cataluña. Me llama la atención una incongruencia: por un lado, a la hora del diagnóstico se dice que “el modelo productivo depende en exceso de sectores con bajo valor añadido”; por otra, se propone actuar sobre tres sectores considerados estratégicos: economía digital, automoción y salud y ciencias de la vida. Es como si un médico, constata que los problemas del paciente provienen en gran parte de su dependencia al tabaco, propusiera una terapia centrada en la dieta y en el ejercicio físico.
Seamos claros, los “sectores de bajo valor añadido” de los que depende nuestro modelo productivo no son sino el turismo, que en Catalunya tiene un peso extraordinario y una productividad muy baja, tanto si la medimos en términos de horas trabajadas como en términos del stock de capital público y privado invertido. No tiene sentido, pues, plantearse la mejora de nuestra productividad sin una propuesta plausible sobre la de nuestro turismo.
¿Cómo mejorarla? En el caso de la manufactura, las mejoras de productividad pasan por la innovación: producir cosas diferentes o hacerlo de forma diferente, pero el turismo admite poca innovación: no se trata de que los cocineros dejen de cocinar como lo están haciendo, ni que las camareras de piso hagan las habitaciones de otra forma, ni que los guías lleven grupos más numerosos. Lo único que realmente podemos intentar es que los platos, las habitaciones y las visitas sean más caras. Cualquier otro objetivo es perder el tiempo.
¿Cómo conseguirlo? Solo hay un camino, que ya se anuncia en Barcelona: reducir la capacidad. Mientras nuestro turismo de sol y playa esté dimensionado para la punta de agosto, el sector será muy improductivo porque los recursos estarán ociosos mucho tiempo y porque los precios serán bajos: lo serán en temporada alta por la dependencia de los tour operadores y lo serán el resto del año por falta de demanda.
La clave es, pues, redimensionar el sector a la baja. Ahora podemos permitírnoslo porque ya no tenemos una masa de parados a colocar.
Economía