Lecciones del museo Helga de Alvear de Cáceres

Helga de Alvear se fue de este mundo el día después de que su museo de Cáceres hubiera acogido por primera vez un happening musical de auténtica vanguardia. La ciudad en la que hace un cuarto de siglo la coleccionista alemana de arte contemporáneo tuvo el capricho de radicar esa inmensa labor que acabaría donando a la municipalidad, vivía un momento especial a cuenta del Festival Atrium Musicae: los visitantes del museo podían este fin de semana repasar las obras siguiendo el saxofón de Andreas Prittwitz, uno de los grandes improvisadores de la escena internacional, que, ya desde la primera sala que preside la lámpara roja (Descending Light) de Ai Weiwei, transitaba por el jazz y la música contemporánea guiado por el estado de ánimo que le infundían las distintas piezas.

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 El músico Andreas Prittwitz recorre la colección de arte improvisando según el estado de ánimo de las obras  

La coleccionista de arte contemporáneo Helga de Alvear se ha ido de este mundo habiendo acogido la música de vanguardia en su museo de Cáceres. La ciudad en la que hace un cuarto de siglo tuvo el “capricho” de hacer una inmensa colección de arte que luego regaló a la municipalidad proponía una singular visita siguiendo el saxofón de Andreas Prittwitz, uno de los grandes improvisadores de la escena internacional, que, guiado por el estado de ánimo que le infundían las piezas, transitó por el jazz y la música contemporánea desde la primera sala que preside la lámpara roja (Descending Light) de Ai Weiwei.

Alternando con la flauta y el clarinete, el músico muniqués afincado en España reaccionó a los gruñidos de un gorila escondido bajo un escritorio, pieza estrella de la ahora estrenada exposición de Ryan Gander, o a los videos Dancing Philosophy de Thomas Hirchhorn, o a esa reproducción del helénico Fauno Barberini en plena transfusión de sangre titulada New blood, una idea de Elmgreen & Dragset para denunciar el negocio del sida. Incluso en el ascensor industrial que devuelve a los visitantes a la planta baja continuaba Prittwitz con la performance, logrando que la gente participara entonando un contrapunto jazzístico.

Sucedía este fin de semana, en el marco del 3.º Festival Atrium Musicae que organiza la Fundación Atrio del estrellado restaurante cacereño al que la Guía Michelin acaba de otorgar el premio al somelier del año. Su director artístico, Antonio Moral, logró que la institución museística se implicara en la celebración que tiene lugar en diversos espacios, entre ellos el Museo Vostell, situado en el monumento de los Barruecos, el único en el mundo especializado en arte Fluxus, donde este domingo tocaba Bach al clave todo un Benjamin Allard.

El happening en De Alvear fue un maridaje en toda regla de la contemporaneidad artística y musical. Antes de penetrar en el museo, el conjunto Neopercusión que dirige Juanjo Guillem, solista de la ONE, improvisaba en clave vanguardista y en complicidad con los estudiantes de los centros musicales cacereños, que acabaron ofreciendo una insólita batucada de precisión técnica y libertad creativa junto a una banda de vientos de perfil estilístico similar.

“Helga siempre quiso que el arte sirviera para transformar la sociedad, para que las futuras generaciones aprendieran a mirar”, recuerda José Polo

“Helga siempre quiso que el arte sirviera para transformar la sociedad, para que las futuras generaciones aprendieran a mirar, decía. En estos 25 años viajamos, reímos y lloramos como pasa con los amigos de verdad. Siento que España, Extremadura y Cáceres pierden a una persona especial con una generosidad que pocas veces se ve, y que la ciudad no tendrá cómo devolver todo lo que hizo por ella”, asegura José Polo a La Vanguardia. El propietario y jefe de sala del restaurante Atrio, el tres estrellas Michelin que montó con su pareja, el chef Toño Soto, y que acaba de recibir el premio de la Guía al somelier del año, recuerda que la última carta de vinos la llamaron Vasos comunicantes y se la dedicaron a un amigo común, el sabio José María Viñuela, que acompañó a la coleccionista alemana en todos sus sueños. “Porque Atrio, el museo de Helga, los arquitectos Emilio Tuñón, Luis Mansilla y Carlos Martínez de Albornoz [autores de la ampliación del museo Alvear y del restaurante y hotel Atrio], Viñuela y Cáceres, todo estaba comunicado por el amor, el respeto y la admiración”, concluye Polo, cuya fundación acaba de recibir el premio a la filantropía de La Caixa.

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