La luz social de Sánchez se apaga en La Haya

El presidente del Gobierno marca distancia con sus colegas europeos en una imagen inédita, poco habitual en él, y evita las reuniones bilaterales en el marco de la cumbre de Alianza Atlántica Leer El presidente del Gobierno marca distancia con sus colegas europeos en una imagen inédita, poco habitual en él, y evita las reuniones bilaterales en el marco de la cumbre de Alianza Atlántica Leer  

La llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa supuso que, por primera vez, el inquilino de La Moncloa se desempeñaba con soltura en inglés, el idioma de las relaciones internacionales. Esta circunstancia, unida a su gusto por la agenda internacional, por trabajar su perfil internacional, ha configurado la imagen de un líder que, a diferencia de épocas pasadas, no esperaba sentado en el sillón de su bandera a que terminen las conversaciones informales sin tener contacto. El presidente del Gobierno presume de saludos, de corrillos, conversaciones. En alguna ocasión se ha presumido de fotos donde bien el presidente, bien un ministro, acaparaban la atención en una conversación informal o formaban parte de un selecto encuentro.

Nada de eso pasó ayer miércoles en La Haya. La luz se apagó y Sánchez quedó sumido en las sombras. El presidente del Gobierno marcó distancia con sus colegas. Una imagen inédita, poco habitual. Sin interactuar. No es que no hubiera saludo o encuentro con Donald Trump, que ni siquiera se buscó, es que no hubo espacio de distensión como siempre acostumbra. Conversó sí con el turco Recep Tayyip Erdogan, pero porque fueron dos de los tres líderes, también el primer ministro de Bélgica, Bart de Wever, que ocuparon de manera rápida su silla en el plenario de la cumbre mientras el resto de líderes conversaban por la sala.

«¿Por qué no?», respondió ayer Sánchez cuando fue cuestionado por su actitud y su decisión de sentarse nada más entrar en el plenario de la cumbre de la OTAN. «No sé muy bien por qué no me puedo sentar en mi silla para preparar la intervención. Soy un presidente que lleva siete años en la oficina. Conozco a todos los interlocutores, con Trump he estado en 2018… Se estiran mucho las cosas me parece a mí», fue su visión de una actitud que llamó la atención de quienes habitualmente lo ven desenvolverse en las cumbres internacionales.

En otros momentos, en otros contextos, hubiera sido habitual ver a Sánchez en corrillos como los que protagonizaban Emmanuel Macron, Keir Starmer o Mette Frederiksen.

Ni siquiera en los momentos de más distensión Sánchez ha protagonizado conversaciones. Distancia, como si quisiera explicitar con su actitud lo que le separa de lo que se estaba discutiendo en La Haya: que los aliados aumenten de manera considerable su inversión en Defensa y Seguridad. España no está en esa línea, Sánchez mantiene su planteamiento de quedarse en el 2,1% del gasto, frente al 5%, porque considera que con ese gasto se cubren las capacidades comprometidas con la Alianza.

Así ha amenazado Trump a España por no gastar el 5% en Defensa: «Pagarán el doble».EL MUNDO / AP

El gran morbo de la cita era un posible encuentro entre Sánchez y Trump. Ni en la foto de familia de este martes con los Reyes de Países Bajos ni en la de este miércoles de los aliados se encontraron. «Ha sido casualidad el no saludarnos», expuso Sánchez. Y eso que este miércoles posaban en la misma línea y que en el plenario estaban separados por unos pocos asientos. El protocolo de la Alianza y el orden alfabético les conceden tres sillas de distancia entre ambos. Nada de gestos. Al sentarse de los primeros, Sánchez esquivó la oportunidad de encontrarse con Trump como sí hicieron otros líderes. Desde la delegación española ya anticipaban que, pese a la tensión generada, «no venimos al choque», y físicamente es lo que ha puesto en práctica Sánchez.

Pero esa apatía se ha sustanciado también en el hecho de que el presidente del Gobierno no haya mantenido -desde luego no se han comunicado- encuentros bilaterales con ninguno de los líderes que asistían. Estas citas suelen ser el escenario idóneo para que los mandatarios discutan temas y asuntos pendientes, hablan de relaciones bilaterales, en los márgenes de la cumbre. En este sentido, Sánchez siempre ha sido muy proactivo, con una agenda exprimida al máximo, cuidando especialmente a países con intereses comunes o la misma sensibilidad política. Aquí también hubo vacío.

El jefe del Ejecutivo participa este jueves en una cumbre del Consejo Europeo en Bruselas. Un foro en el que en los últimos años ha desplegado relaciones y dotes de líder internacional, aunque en los últimos tiempos los asuntos no hayan sido los más propicios para sus intereses. Pero en ese escenario hay un factor que ha exprimido recientemente: la llegada de líderes conservadores lo situaba como referente de la socialdemocracia en Europa. Bruselas, una oportunidad tras La Haya para ver si su apatía fue o no algo circunstancial.

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