Hoy, ya lo saben ustedes, es catorce de abril, así que de nuevo aparecerán algunas banderas tricolores para conmemorar que, hace 94 años, el catorce de abril de 1931, se proclamó la Segunda República española. De la Primera no se acuerda prácticamente nadie y celebrarla, lo que se dice celebrarla, casi ni en su breve existencia se hizo. Eso sí, nos legó para la inmortal esencia hispánica aquel sentido exabrupto del catalán Estanislao Figueras, primer presidente de la Primera República, cuando decidió pegar la espantada e irse a París: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
Hoy, ya lo saben ustedes, es catorce de abril, así que de nuevo aparecerán algunas banderas tricolores para conmemorar que, hace 94 años, el catorce de abril de 1931, se proclamó la Segunda República española. De la Primera no se acuerda prácticamente nadie y celebrarla, lo que se dice celebrarla, casi ni en su breve existencia se hizo. Eso sí, nos legó para la inmortal esencia hispánica aquel sentido exabrupto del catalán Estanislao Figueras, primer presidente de la Primera República, cuando decidió pegar la espantada e irse a París: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”.Seguir leyendo…
Hoy, ya lo saben ustedes, es catorce de abril, así que de nuevo aparecerán algunas banderas tricolores para conmemorar que, hace 94 años, el catorce de abril de 1931, se proclamó la Segunda República española. De la Primera no se acuerda prácticamente nadie y celebrarla, lo que se dice celebrarla, casi ni en su breve existencia se hizo. Eso sí, nos legó para la inmortal esencia hispánica aquel sentido exabrupto del catalán Estanislao Figueras, primer presidente de la Primera República, cuando decidió pegar la espantada e irse a París: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
La República en general y la Segunda República en particular es un tótem, una ensoñación y un deseo de la izquierda de este país. Cuanto más a la izquierda se está, más republicano se proclama uno. ¿Y qué decir de los nacionalismos periféricos? Nacionalistas vascos, catalanes y gallegos aspiran a una república propia (o a la propiedad de una república; a veces no sé distinguirlo) y desde luego comparten el objetivo común de suprimir la monarquía como símbolo, precisamente, de la unidad y permanencia del Estado y, por ende, de la nación española. Por cierto que los elementos neofranquistas y más reaccionarios también quieren cargarse esta monarquía por traidora. El carlismo no ha muerto del todo…
La res publica , la cosa pública, tiene sus orígenes platónicos (aunque el de las anchas espaldas hablaba más de Politeia , un término que bien podríamos traducir por la Constitución, es decir, el conjunto de leyes que rigen una polis) para contraponerse más tarde en Roma a la vieja monarquía y más adelante en el tiempo todavía al imperio. Una república, con su contrapeso de poderes, suena siempre más democrática (sic) que estar sometido al poder de un rey.
Claro está que todo eso es de una tremenda simpleza. A día de hoy hay monarquías democráticas como la nuestra y repúblicas autocráticas. Y solo para zanjar ya el tema y mi posición personal, les diré que en la España de nuestros azarosos tiempos creo que sería un error dejar también la jefatura del Estado en el movedizo terreno de la disputa electoral y partidaria. Y que en la lotería dinástica nos ha caído en suerte un rey muy capaz y consciente de su papel.

Pedro Urraca
Y ahora que al menos la mitad de los lectores ya estarán en mi contra diga lo que diga (seguimos siendo cainitas en demasiadas cosas) abundemos un poco más en qué república soñamos y qué pretendemos de ella. Lo digo también porque, tras la proclamación en la asamblea reciente de Podemos de Irene Montero, pañuelo palestino al cuello, como futura candidata por parte de Ione Belarra, pues un fervor republicano de nuevo recorrió las bases de esta izquierda que, hablando de procesos cainitas, ahí sí tiene al menos un punto de hermanamiento teórico.
Estamos por la república como estamos por la paz y por la libertad. Un mantra sacrosanto que si se pone en cuestión o se es conservador u oportunista. Y cualquier opinión en sentido contrario, no importa mucho cuán razonada esté.
La Segunda República se proclamó y el rey se fue de España. ¿O fue porque el rey se fue de España que la proclamación de la Segunda República pudo ser efectiva?
En estos momentos cuesta mucho criticar los errores, que los hubo y notables, de los gobiernos y políticos de la Segunda República. Y el maniqueísmo al uso impide explicar que la Guerra Civil de 1936 fue consecuencia no solo del golpe de Estado militar, sino también de la larga y sangrienta ristra de guerras civiles entre españoles. Nos ha costado mucho, y se ha derramado mucha sangre, conseguir ser al fin una democracia liberal. Y no, no formo parte del revisionismo histórico en versión española, pero les confesaré que deberíamos estudiar el período de la Segunda República con menos apriorismos y dispuestos a no militar en otro bando que no sea el del rigor histórico y el análisis de las fuentes y documentos.
Pío Moa, ex miembro fundador de los Grapo, es probablemente el revisionista más conocido y popular. Ha ido degradando su escritura y sus tesis, pero al principio dio con una fórmula al menos novedosa. Justificar el alzamiento militar y la Guerra Civil con la revolución de Asturias de 1934 y dejar claro que ni los comunistas ni los socialistas (al menos los de Largo Caballero) eran demócratas, pues lo que perseguían era una revolución social. Está claro que al final eso le ha servido para convertir la dictadura franquista en el motor de modernización de España y, a ver si cuela, hasta hacer responsable a Franco de la llegada de la democracia.
A la postre, lo que sucede es que las dos Españas siguen vivas y activas. Y nuestra última guerra civil aún colea en el imaginario de más de uno. Por suerte, con casi toda violencia ya desterrada. Pero deberíamos estar muy atentos a entender cosas como la extensión y el papel del movimiento anarquista en aquellos años o poder escribir que, pese a su ejecución con visos de martirio, no fue Companys un ejemplo cabal de demócrata puro. Eran otros tiempos, se me dirá con razón. Sí, y precisamente por ello está bien intentar entenderlos y leer, sobre todo leer. Porque ninguna celebración lo es de veras si está sostenida en la ignorancia y la manipulación.
¿Por qué me habré metido yo en este jardín?
Cultura