La catástrofe aérea de Washington expone las grietas del servicio de aviación civil de EEUU

La torre de control del Aeropuerto Nacional Reagan tenía un solo controlador en el momento del accidente en lugar de los cuatro habituales Leer La torre de control del Aeropuerto Nacional Reagan tenía un solo controlador en el momento del accidente en lugar de los cuatro habituales Leer  

El accidente aéreo que costó la vida a 67 personas en Washington el miércoles por la noche (la madrugada del jueves en España) ha puesto súbitamente en cuestión los planes de Donald Trump de reducir drásticamente el personal empleado por la Administración Pública de Estados Unidos. Aunque los detalles sobre la tragedia van llegando poco a poco y no es posible todavía saber con exactitud qué ocurrió, sí hay algunas cosas claras.

La más obvia, que la torre de control del Aeropuerto Nacional Reagan se encontraba con menos personal del necesario. En el momento en el que se produjo el siniestro, a las 20:20 horas, sólo había un controlador en la torre, coordinando el tráfico de aviones y helicópteros, cuando en circunstancias normales a esa hora hay cuatro. La reducción del personal fue decidida por el supervisor de la instalación. Normalmente, el número de controladores se reduce de cuatro a dos a partir de las nueve y media de la noche, cuando el tráfico aéreo empieza a disminuir, dado que el aeropuerto está cerrado desde la medianoche hasta las seis de la mañana por su proximidad a una zona densamente poblada.

El miércoles, por razones que no han sido hechas públicas, el responsable de la torre de control decidió adelantar el cambio. Posteriormente, esa misma persona autorizó a uno de los dos controladores que estaban trabajando a abandonar su puesto. Eso dejó a un solo controlador al frente de un aeropuerto que, como muchos otros en Estados Unidos, tiene usos tantos civiles como militares y por cuyos alrededores circulan, además, alrededor de cien helicópteros todos los días. Hoy, viernes, las autoridades del aeropuerto han decidido cerrar, con carácter indefinido, el espacio aéreo alrededor del aeropuerto a los helicópteros militares, que proceden en su mayor parte de la docena de bases militares de las cuatro armas del Ejército de Estados Unidos (Fuerza Aérea, Infantería de Marina, Armada, y Ejército de Tierra).

Momento del choque entre un avión de American Airlines y un helicóptero militar en Washington

De hecho, los detalles que van surgiendo sobre el siniestro son cada vez menos tranquilizadores para los usuarios del aeropuerto nacional de la capital de Estados Unidos, el cual es el favorito de muchos de los habitantes de Washington, al menos para realizar vuelos domésticos, dado que queda a las puertas de la ciudad. El martes, justo un día antes de la catástrofe, un avión de la aerolínea Republic Airways tuvo que virar bruscamente y salirse de su ruta para evitar chocar contra otro helicóptero cuando estaba a punto de aterrizar.

Entretanto, las cajas negras del avión han sido recuperadas y están siendo examinadas. De momento, las del helicóptero no han sido localizadas. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dicho que el helicóptero del ejército Black Hawk, contra el que se estrelló el Bombardier CRJ700 de American Eagle -la división de vuelos de corto alcance de American Airlines, que a su vez es la mayor aerolínea del mundo, con 960 aparatos- estaba volando demasiado alto, aunque las autoridades de aviación civil no han comentado la noticia. Por el momento, se han recuperado unos 40 cadáveres.

De hecho, según los expertos, en Estados Unidos faltan controladores aéreos. Y el accidente de Washington es sólo el cierre de una cascada de incidentes que han estado a punto de ocasionar una tragedia en los últimos años. Sólo en los primeros tres meses de 2023, hubo tres instancias en las que dos aviones estuvieron a punto de chocar. En una de ellas, en febrero de aquel año, dos aparatos -un Boeing 767 de la empresa de transporte FedEx y un 737 de pasajeros de Southwest- terminaron a sólo treinta metros el uno del otro en el aeropuerto de la ciudad texana de Austin. En enero, dos Boeing 737 -uno de Delta y otro de American- estuvieron a punto de colisionar en el aeropuerto JFK de Nueva York, el sexto del país por pasajeros y el primero por volumen de vuelos internacionales. El peor accidente aéreo de la historia se produjo cuando dos aviones colisionaron al despegar en el aeropuerto de Los Rodeos, en Tenerife, en 1978, causando 583 muertos.

Los problemas del control del tráfico aéreo van más allá del personal e incluyen tecnología anticuada y falta de recursos económicos. En los últimos años, además, sus funciones se han complicado por el aumento del tráfico aéreo y de los viajes espaciales privados, ya que, al despegar y al aterrizar, los cohetes deben ser seguidos por los controladores para evitar que colisione con los aviones. Las empresas espaciales están exentas del impuesto que pagan las aerolíneas para financiar ese servicio.

Esta situación ha sido aprovechada por los críticos de Trump para cuestionar sus planes de recortes masivos de la Administración Pública, incluyendo al Administración Federal de Aviación (FAA, según sus siglas en inglés), que supervisa el tráfico aéreo. Como parte de su estrategia de control del aparato estatal estadounidense, Trump cesó la semana pasada al director de la FAA, Michael Whitaker, y ha congelado nuevas contrataciones.

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