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En las Islas Cook, las mareas, el sol y la calidez de su gente marcan el compás diario. La vida transcurre entre la belleza natural y el ritmo pausado de su población de 17.600 personas. Su capital, Aravúa, donde se concentran cerca del 40% de los habitantes del país, está ubicada al norte de la isla Rarotonga, la más poblada y una de las 15 ínsulas que forman este país exuberante y dependiente del turismo.
El perfume del mar es perenne incluso en los mercados de abundante fruta fresca tropical, como en el de Punanga Nui, donde las papayas o los mangos endulzan los días. Las noches, sin embargo, suelen estar bañadas en alcohol. Los habitantes de estas remotas islas del Pacífico sur son los mayores consumidores per cápita del mundo, según la Organización Mundial de la Salud, con más del doble de la ingesta que los españoles. Esta costumbre tiene cierto impacto en su esperanza de vida -72 años- y también en el sistema público de salud, financiado hasta ahora por Nueva Zelanda, su socio más importante.
Este mes, tras los coqueteos de las Islas Cook con China, sus mayores valedores han paralizado ayudas económicas de nueve millones y medio de euros, de un total de 100 millones invertidos en los últimos tres años, que iban a ir destinados a salud, educación y turismo. El portavoz del ministro de Asuntos Exteriores neozelandés, Winston Peters, ha indicado que la financiación no se reanudará hasta «que se tomen medidas para restablecer la confianza».
La pequeña nación está entre la espada y la pared: su Estado de bienestar depende de Wellington, especialmente tras la Declaración Centenaria Conjunta que ambos países firmaron en 2001; por otro lado, Pekín se ha comprometido a impulsar su desarrollo en infraestructuras y tecnología, entre otros sectores clave. Este dilema ha dividido al país y ha enfadado a Nueva Zelanda, que se siente traicionada. Argumentan que el acuerdo bilateral incluye consultas recíprocas en temas de defensa, seguridad y relaciones exteriores. Sienten que Aravúa les ha fallado tras haberse comprometido con Pekín sin consultarles previamente.
La disputa ha coincidido en el tiempo con la reciente visita a China de tres días del primer ministro de Nueva Zelanda, Christopher Luxon, quien mantuvo un encuentro con Xi Jinping. El jefe del Ejecutivo de las Islas Cook, Mark Brown, ha indicado que desea arreglar este asunto «de manera urgente», aunque lamentó que hay una doble vara de medir, ya que, dijo, a él no le han consultado «ninguno de los acuerdos» firmados entre Wellington y Pekín.
La remota nación isleña cuenta con un modelo de autogobierno y de libre asociación. Es un Estado soberano con autonomía para firmar acuerdos internacionales. Al mismo tiempo, mantiene una relación especial con los neozelandeses. Ambos pueblos son maoríes con diferencias y muchas similitudes. Comparten jefatura de Estado -el rey Carlos III-, sus ciudadanos tienen pasaporte kiwi y cuentan con vía libre para residir y trabajar en Nueva Zelanda, que los asiste en defensa, política exterior y emergencias. Wellington lleva décadas financiando recursos básicos. Por ejemplo, en salud, las Islas Cook no tienen maquinaria de diálisis y los pacientes que las necesitan son trasladados a Auckland. Parte de la inversión neozelandesa en este ámbito incluía otorgarles una unidad de diálisis en 2026. Está por ver si el corte de las ayudas afecta este compromiso.
La ruptura entre Nueva Zelanda y las Islas Cook se debe a un paquete de acuerdos firmados con Pekín en febrero. Estos incluyen un Plan de Acción 2025-2030 para una Asociación Estratégica Integral y un memorando para profundizar en la economía azul, destinado a financiar infraestructuras como muelles portuarios, cooperación en pesca marítima y exploración de minerales marinos en aguas profundas. A los ojos de Wellington y aliados como Estados Unidos o Australia, este tipo de pactos favorecen estratégicamente a China tanto con la presencia de su Armada en el Pacífico Sur -el precedente con Islas Salomón está muy presente- como para acceder a minerales críticos como nódulos polimetálicos que yacen en las profundidades. El acceso a níquel, cobalto o litio tiene un valor incalculable en el clima geopolítico actual.
Las posturas están encontradas en Aravúa. Parte de la población defiende que aunque el crecimiento económico «será beneficioso», traerá un «coste a largo plazo». Otros, en cambio, aplauden, por ejemplo, el compromiso de China de construir un buque que facilite la llegada de productos básicos a las islas más remotas del archipiélago. En la actualidad, «tardan meses en llegar» y todo cuesta «casi el doble que en Rarotonga», esgrimen algunos ciudadanos.
Las Islas Cook encarnan el frágil balance de las pequeñas naciones del Pacífico y las grandes potencias de uno y otro lado, que intentan seducirlas para alimentar su apetito estratégico en la región. Todos prometen parchear su vulnerabilidad, pero ésta siempre acaba haciendo agua.
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