La apertura de la Iglesia a las mujeres iniciada por Francisco será uno de los retos que afrontará en próximo Papa Leer La apertura de la Iglesia a las mujeres iniciada por Francisco será uno de los retos que afrontará en próximo Papa Leer
Horas antes de que los cardenales se encerraran en el cónclave que elegirá al sucesor de Francisco, si alcanzaban a ver lo alto del monte del Gianicolo en Roma vieron un humo rosa. Es la particular fumata con la que un grupo de mujeres recuerda a sus eminencias que de los 133 cardenales que van a elegir al líder de 1.400 millones de fieles ninguno es mujer.
«Consideramos que es un pecado y un escándalo la exclusión de las mujeres del cónclave«, afirma a este diario Kate McElwee, directora ejecutiva de la Conferencia de Ordenación de Mujeres, con sede en Washington, que organiza la convocatoria. «Mientras el mundo espera al humo blanco o negro, nosotras lanzamos el rosa para mandar un mensaje a los cardenales: tienen que considerar a las mujeres como iguales».
No es la primera vez que suben a lo alto del monte para ejecutar el simbólico acto. Ya lo hicieron en 2013, antes de la elección de Francisco, el Papa reformista. «Ha cambiado cosas. Ha quitado la llave, pero no ha abierto del todo la puerta. Celebramos sus avances, pero estamos muy lejos de la igualdad», reconoce McElwee cuya esperanza es que «el próximo Pontífice aborde la cuestión con urgencia».
La fumata rosa no solo reclama la apertura de puestos de responsabilidad a las mujeres dentro de la Iglesia, sino su ordenación como decanas o sacerdotes. Incluso presentan una lista con 25 mujeres ‘papables’, entre las que están la monja benedictina estadounidense, periodista y escritora Joan Chittister; la teóloga india Virginia Saldanha: o la abogada y ex presidenta de Irlanda Mary McAleese.
El Papa argentino ha sido, en efecto, el más aperturista con la incorporación de la mujer a la Iglesia. Bajo su Pontificado, el número de mujeres que trabaja en el Vaticano ha aumentado de 850 a casi 1.200, según un informe de Vatican News. En el sínodo de 2023, las mujeres se convirtieron en miembros con derecho a voto por primera vez en la historia de la Iglesia y abrió las funciones de «miembros de pleno derecho» en los dicasterios vaticanos, anteriormente reservados para cardenales y obispos. Francisco tomó otra decisión histórica al nombrar a la hermana Simona Brambilla, de 60 años, la primera mujer al frente de un dicasterio vaticano: el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Francisco consideraba a las mujeres más que capaces para tomar las riendas de los dicasterios, incluso llegó a decir que las mujeres son mejores administradoras que los hombres y que «han estado dirigiendo las cosas desde el Jardín del Edén». Sin embargo, a la par que se mostraba activo en aumentar las oportunidades para las mujeres en la Iglesia, mantuvo el ‘no’ en varias ocasiones a abrirles las puertas del sacerdocio.
«El Pontificado de Francisco es el inicio de una reforma. Ha puesto en marcha mecanismos eclesiales internos para activar aquellos aspectos de la Iglesia que las congregaciones anteriores al cónclave en el que fue elegido Papa detectaron que había que reformar», reflexiona Pedro Fernández Castelao, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Comillas.
«Francisco ha tenido la voluntad reformadora de dar espacio, incluir o promocionar a las mujeres en la Iglesia: ha nombrado a mujeres perfectas de dicasterio, eso no había sucedido nunca en la historia de la Iglesia; ha promovido reformas canónicas para evitar marginaciones injustas; les ha dado espacio en los sínodos de los obispos y los ha abierto para que estuviesen presentes religiosas y laicas», incide Fernández Castelao.
El teólogo matiza, sin embargo, que la apertura del Pontificado de Francisco ha llegado «hasta donde ha podido». «En mi opinión el límite de Francisco está en su estructura teología, en su formación. Pensó la Iglesia con unos límites doctrinales que no se vio ni con fuerzas ni con claridad para cambiar en profundidad. Creo que le faltó ayuda teológica de fondo para poder deshacer nudos doctrinales que parecen irrompibles».
Además de la inclusión de las mujeres, el argentino tuvo la voluntad de acercarse a aquellos que expresaban dolor por su falta de atención de la Iglesia como las personas homosexuales o los matrimonios divorciados. Para la historia deja aquella frase: «Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». Es razonable pensar que si la Curia eligió a Francisco para llevar a cabo estas reformas no vaya a dar marcha atrás.
«Sería un error histórico no continuar y no profundizar en las reformas iniciadas por Francisco. El reto lo tenemos ahora todos los teólogos y su sucesor. Si quiere profundizar en esta reforma hay que reinterpretar estos puntos doctrinales que Francisco ha llevado al límite que ha podido», advierte Fernández Castelao que subraya que no es descabellado cambiar la doctrina de la Iglesia a estas alturas. «Hubo tiempos en los que la Iglesia en su doctrina tradicional defendía la esclavitud, estaba en contra de la separación Iglesia Estado, incluso en contra de los derechos humanos como en la Revolución Francesa. Hoy no piensa eso», recuerda.
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