El cuento del Zar Saltán de Nikolai Rimsky-Kórsakov ★★★★✩
Embrujo musical, desazón y realismo en esta fantástica producción firmada por Dmitri Tcherniakov
El cuento del Zar Saltán de Nikolai Rimsky-Kórsakov ★★★★✩
Intérpretes: Orquesta y Coro del Teatro Real. Dir. Coro: J. L. Basso. Dirección musical: Ouri Bronchti. Dirección de escena: Dmitri Tcherniakov. Coproducción del Teatro Real y La Monnaie. Lugar y fecha: Teatro Real (30/IV/2025)
Embrujo musical, desazón y realismo en la fantástica producción de El cuento del Zar Saltán (1900), firmada por Dmitri Tcherniakov, en un triunfal estreno de esta opera rara de Rimsky-Kórsakov en el Teatro Real de Madrid.
El público salió abrumado por la magnífica partitura y el gran rendimiento de la orquesta, coro y solistas, envueltos en una seductora escenografía y con un vistoso vestuario.
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La puesta en escena transmuta el cuento infantil del libreto, basado en el original de Pushkin. Se explica la historia desde el punto de vista de un niño con autismo, quien intenta diseccionar una realidad entre fabulosa, mítica y legendaria con la ayuda de su madre. Pese a la naif tentativa, no se consigue enmascarar la terrible realidad de un trastorno de espectro autista que acaba estallando en una crisis de implacable fuerza dramática final.
La audacia de Tcherniakov consiste en introducir al espectador en las diversas capas de la ópera, cual matrioshka musical
La audacia de Tcherniakov consiste en llevar al espectador e introducirlo en las diversas capas de la ópera mediante los actos y, cual matrioshka musical, en una mimesis con la música que cada vez se va inmiscuyendo más en el mente del niño autista que protagoniza la pieza.
Sobrecogedor el trabajo del tenor Bogdan Volkov (Príncipe Guidon), quien balancea una emisión clara e incisiva con un canto candoroso y sensible, convirtiendo su rol de autista en un escapismo musical de escalofriante belleza.

Javier del Real / Teatro Real
La soprano Svletana Aksenova, como madre y Zarina, supo transmitir la impotencia de una progenitora protectora y sensible con un doliente lirismo vocal.
En contraste, brilló el acerado timbre de Nina Minasyan, una Princesa-Cisne, que combinó un canto potente de emisión dura con evanescentes medias voces en su doble rol como enfermera/voluntaria.
De instrumento redondo y sonoro el Zar Saltán del bajo croata Ante Jerkunica, parco en expresión y colores, en contraste con la brillante orquestación.
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Impagables y robaescenas las “Tres Marías”, excelentemente dibujadas así por Cherniakov: Bernarda Bobro (Cocinera), Stine Marie Fischer (Hilandera) y la carismática Barbarija de Carole Wilson. Resto de secundarios, sin mácula.
El coro, muy protagonista en la estela de la característica escritura coral rusa, brilló por variedad de timbres y secciones, en otro logro del maestro José Luís Basso.
La batuta del israelí Ouri Bronchti supo remarcar el sonido de una orquestación maravillosa, con una Sinfónica de Madrid audaz y contrastada, mención a los vientos-maderas y metales. Sin embargo, no consiguió resaltar la sofisticación de los múltiples colores de la partitura, en una lectura más saturada que contrastada.
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