Esther Arroyo, artista, 57 años: “Para comenzar a superar el miedo a subirme a un coche, me pasé una semana dentro del mío”

Esther Arroyo es una mujer que sabe cómo disfrutar de la vida en movimiento. Cada uno de sus pasos, tanto en lo profesional como en lo personal, parece estar marcado por la capacidad de cambiar de rumbo y de adaptarse a lo que viene, ya sea en un viaje o al tomar el volante de un coche. Si hay algo que nos ha enseñado a través de su vida, es que no solo se trata de llegar a un destino, sino de lo que sucede en el camino y en ese tránsito de un lugar a otro, que, en su caso, se llena de historias, emociones y aprendizajes.

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 Esther se emociona cuando nos cuenta lo mucho que echa de menos a sus hijos: “El mayor se ha ido a vivir a Australia y la pequeña a China”, pero que se siente, a la vez, muy feliz y disfruta, en la distancia, de la experiencia con ellos.  

Esther Arroyo es una mujer que sabe cómo disfrutar de la vida en movimiento. Cada uno de sus pasos, tanto en lo profesional como en lo personal, parece estar marcado por la capacidad de cambiar de rumbo y de adaptarse a lo que viene, ya sea en un viaje o al tomar el volante de un coche. Si hay algo que nos ha enseñado a través de su vida, es que no solo se trata de llegar a un destino, sino de lo que sucede en el camino y en ese tránsito de un lugar a otro, que, en su caso, se llena de historias, emociones y aprendizajes.

La que fue Miss España en 1990 centró su vida en la interpretación y nos dejó para el recuerdo un personaje del que difícilmente nos vamos a olvidar: El de Alicia Rocha, “Ali”, en la aclamada serie Periodistas, una redactora de cultura y sucesos, valiente, divertida y decidida, que se enfrentaba a la vida con una mezcla de rigor profesional y ternura. Sin embargo, fuera de las cámaras, Esther ha sido siempre una mujer que ha viajado a su propio ritmo, explorando no solo el mundo, sino reinventándose también a sí misma. Moverse, viajar e ir de un lugar a otro son acciones que para Esther suponen más que un simple traslado físico: Son una forma de conectar con la vida, de dejarse llevar por la curiosidad y de aprender constantemente.

Esther, ¿cómo estás?

Pues estoy mejor que en brazos, te voy a decir. En realidad, mi estado es un poquito de locura: estoy muy feliz y muy triste al mismo tiempo porque, como buena viajera que soy, les he pasado la afición a mis hijos hasta el punto de que el mayor se ha ido a vivir a Australia y la pequeña a China, concretamente a Shanghai, a aprender el idioma. Por un lado, pienso: “Qué pena, mi niña”, pero, por el otro, disfrutando muchísimo en la distancia de su experiencia.

¿Te gusta conducir?

¡Sí, me encanta! ¿Podrían darme aquel anuncio de: “¿Te gusta conducir?”. Fíjate, este verano nos fuimos con mi hija hasta Holanda en coche y, luego, la vuelta, como no teníamos más tiempo, la hicimos en tan sólo dos días.

A Esther Arroyo le encanta conducir, a pesar de que hace años tuvo un grave accidente de tráfico
A Esther Arroyo le encanta conducir, a pesar de que hace años tuvo un grave accidente de tráfico

¿Qué significa para ti ponerte al volante y qué sientes cuando conduces?

Pues yo creo que libertad A mí me gusta mucho aunque soy muy precavida. Mi marido, por ejemplo, va conduciendo y lo ve todo, incluso el que va fumando en el coche de al lado. Yo veo la carretera, el espejo retrovisor. No es que me evada, porque realmente voy muy pendiente en la carretera, pero, para mí, es como una especie de videoclip. Me encanta ir escuchando música y relajarme. Me gusta mucho, a pesar de los pesares.

Esos pesares se refieren a aquel accidente tan serio que sufriste hace ya muchos años, ¿qué te pasó por la cabeza?

Bueno, la verdad es que en el primer minuto dije: “Qué bien que no iban los niños”, los niños de ninguno de los que íbamos en el coche, por supuesto. Es lo primero que pensé. Luego, tal y como fue, me sentí afortunada de poder abrir los ojos. Yo creía que en ese golpe me iba a morir. Todo pasó en segundos y pensé: “Ya no lo cuento”. Así que, bueno, realmente me siento agradecida. Soy una persona que vive el minuto y el segundo: ahora mismo estoy aquí, contigo, y procuro no estar más allá para vivir cada instante.

Los accidentes suelen dejar muchas secuelas; una de ellas, el miedo de volver a subir a un coche. ¿Cómo lo lograste?

Tuve que trabajar mucho. Fui a una psicóloga a preguntarle qué tenía que hacer para quitarme el miedo a ir en coche y me dijo: “Tienes que pasar tanto tiempo como te sea posible dentro del coche; cuantas más horas, mejor”. Así que me pasé una semana entera subida al mío, yendo de un lugar para otro, idas y venidas, sin parar, hasta que, al cabo de una semana, se me pasó y acabé con el miedo.

Yo soy de superar los miedos porque lo único que hacen es frenarte en la vida;  no sirve para nada ser miedoso” 

Esther Arroyo en la presentación de una entidad que busca informar, concienciar y dotar de herramientas para combatir  el dolor.

Esther ArroyoArtista

O sea, en una semana fuiste capaz de plantarle cara y decir: “Hasta aquí”, al miedo…

Bueno, en una semana dejé de temblar. Además, me pasaba una cosa muy extraña: con determinadas cosas, como los puentes, me entraban sudores fríos. La verdad es que yo soy de superar los miedos porque lo único que hacen es frenarte en la vida. No sirve para nada ser miedoso. Pero sí, lo realmente chungo de volver a subir a un coche fue esa primera semana.

Sé que una de las cosas que más te gusta hacer es cantar, ¿lo haces cuando conduces o viajas?

Pues bueno, depende, pero generalmente, lo que puedo cantar. Y lo que puedo cantar no es porque lo haga muy bien, sino porque es lo que canto, ya que ahora estoy con un grupillo. Me gusta mucho el jazz, el blues, el funk… También me encantan los boleros, pero a mí la música negra me sale de dentro… Debo de tener, por ahí, algo negro… Algún cuerno debe haber habido en mi casa, o algo debo tener por ahí, porque es mi vida.

Risas…

Esther Arroyo, en un avión con su hija y su marido, Antonio Navaja
Esther Arroyo, en un avión con su hija y su marido, Antonio Navaja

¿En qué te sueles mover en tu día a día?

Me suelo mover en coche porque la zona donde vivo está un poco alejada, aunque algunas veces utilizo el tren de cercanías. Pero para ir a la estación también debo utilizar el coche. Si pudiera ir andando hasta allí, utilizaría siempre el tren de cercanías porque aquí, en Málaga, es muy cómodo.

¿Cuál es el viaje en coche que recuerdas con más cariño?

Recuerdo los viajes que hacíamos a Francia para ver a la familia. Tengo dos tías casadas con franceses; las dos son hermanas de mi madre y me iba con ellas casi todos los veranos de mi infancia, de los 7 hasta los 17 años. También íbamos de Cádiz a Bayona y Biarritz en coche en unos viajes que recuerdo con muchísimo cariño porque, incluso, en ocasiones, parábamos en el camino a dormir; era muy divertido.

¿Qué símbolo o señal añadirías al código de circulación?

Pondría un cartel por todos lados que dijera: Sea usted un poco empático, por favor.

Me suelo mover en coche porque la zona donde vivo está un poco alejada, aunque algunas veces utilizo el tren de cercanías”

Esther Arroyo en la presentación de una entidad que busca informar, concienciar y dotar de herramientas para combatir  el dolor.

Esther ArroyoArtista

Esther, ¿eres de improvisar o prefieres planificar el viaje con todas las paradas?

Cero, o sea, nunca jamás hemos conseguido seguir la planificación. Fíjate que yo me fui con mi marido y mi hija, que en aquel momento tendría 8 años, a Tailandia y sólo teníamos cerrado un hotel por tres días cuando, en realidad, íbamos a pasar un mes. Esos tres días de hotel eran en la isla Krabi y no teníamos ni idea de cómo llegar a ella desde el aeropuerto. Cuando aterrizamos, un taxista nos pudo llevar, aunque luego nos quería dejar tirados… Bueno, aventuras de estas hemos pasado un montón porque nunca planificamos nada. En el último viaje en coche que hicimos preguntaba: “¿Cuánto tiempo más vamos a seguir conduciendo?” y mi marido respondía: “No sé, vamos a conducir un par de horas más, a ver dónde llegamos”.

Por el camino, iba buscando hoteles hasta el punto de llegar a decir: “Cariño, vamos a organizarnos un poco”. La verdad es que nos gusta mucho ir a la aventura y no nos gusta nada cerrar los hoteles porque queremos tener la libertad de llegar y, si no nos convence, marcharnos.

En este viaje a Tailandia, habíamos pasado 15 días en la isla de Krabi y decidimos cambiar de isla para ver más cosas. Cogimos un avión pequeñito que nos llevó a otra y, ¿qué pasó? Como tampoco teníamos hotel, ni nada de nada, yo me quedé con la niña en la playa y mi marido alquiló una moto con la que recorrió la isla para ver si había algo atractivo. Cuando volvió, me dijo: “Aquí no hay nada”, y yo respondí: “Es que esto no me gusta”. Total: cogimos el mismo avioncito, los niños, las maletas y nos volvimos a la misma isla que habíamos dejado. Está claro que no sabemos organizarnos.

La actriz y ex modelo Esther Arroyo disfruta viajando y le encanta conocer a gente nueva
Esther Arroyo, durante uno de sus viajes haciendo una foto  

Los viajes, más allá de las imágenes postales, a menudo nos cambian por dentro. ¿Hay algún lugar que haya tenido un impacto profundo en ti?

Mira, hablo de una cosa energética, pero te diré África: Kenia. Estuvimos en la isla de Lamu y ahí cogimos un barquito que nos llevó a un islote, en el que vivimos una experiencia maravillosa; fue muy divertido. La isla era tan pequeña que la atravesamos andando y yo, además, ¡lo hice descalza! Puede parecer muy bonito, pero la verdad era que acabé con los pies molidos a pinchazos por unas púas muy gordas que caían de un árbol a la arena. Al final, llegamos a una playa impresionante en la que había unas casas hechas de barro en las que vivía una familia muy pequeñita. Fue impresionante ver cómo, de repente, unos siete u ocho niños vinieron corriendo y se pusieron a seguirnos y juntos todos nos pusimos a cantar y bailar.

Cuando Esther habla de los niños, se ve visiblemente emocionada.

Cuando recuerdo la escena de esos niños cantando con nosotros y esas niñas pequeñas, que me llegaban al ombligo, bailando… Se me ponen los pelos de punta porque fue una conexión tan especial que la llevo aquí –se señala el corazón-. Es algo que lo tengo grabado.

Les regalamos todas las cosas que les podían ser de utilidad: bolígrafos, lápices… Ellos nos dieron unas figuritas hechas con restos de chanclas. Ese ha sido un momento que recuerdo con mucho cariño.

 ¿Hasta qué punto es importante para ti viajar? ¿Has conocido a gente que no vas a olvidar?

¡Muchísimo! Recuerdo una vez que yo estaba muy mal, porque todavía iba con las muletas, lo que quiere decir que estaba con muchísimos dolores, pero que aun estando en silla de ruedas, le dije a mi marido que me sacara, por favor. Así lo hizo y nos fuimos a Ámsterdam. También fuimos a Estambul, donde cruzamos el puente del Bósforo, yo con muletas, para ir a comer por allí. Por supuesto, todo sin planificar. Cuando llegamos, fuimos al hotel y pensé: “Con el dolor que tengo, como me duche, ahora no salgo”, porque había momentos en los que no me podía ni mover, así que dijimos: “¡Vámonos a cenar!”. Hubo un momento, durante la cena, que mi marido, que fuma esporádicamente, de forma social, dijo: “Voy a salir a fumar un cigarrito” y, al cabo de un rato, al verlo hablar con gente, decidí irme con ellos. Había unos señores que estaban tocando un instrumento, una especie de arpa, y cantaban en su lengua. En aquel momento, mi marido, por la broma, se unió inventándose la letra y les hizo tanta gracia que acabamos hablando con ellos aun sin entendernos. Me decían: “Usted es muy guapa, pero todavía lo estaría más con un pañuelo”, y yo me lo ponía. Fue una conexión maravillosa con la gente de allí.

Tengo miedo en los aviones cuando voy con mi familia, sobre todo con mis hijos; si voy sola, no tengo miedo, pero por los demás sufro”

Esther Arroyo en la presentación de una entidad que busca informar, concienciar y dotar de herramientas para combatir  el dolor.

Esther ArroyoArtista

¿A qué persona que conociste durante un viaje no vas a olvidar?

Mira, en este viaje concretamente, cenando en un restaurante, en la mesa de al lado, había dos señores rusos con una chica y, como a mí me encanta hablar con la gente, y utilizo cualquier excusa para poder hablar con el que tengo al lado, sobre todo cuando estoy fuera y nadie me conoce, le digo: “Perdona que te moleste. “Qué vestido más bonito llevas”, porque era una chica muy guapa. Todo esto no era más que una excusa para empezar a charlar, pero terminamos todos en un local espectacular con varios restaurantes y luego abajo en una discoteca abierta. ¡Bueno!, no te puedes ni imaginar el grupo de amigos que hicimos ahí y con los que, todavía, mantenemos relación a través de Facebook.

Como Miss España y como actriz, te ha tocado viajar en muchas ocasiones por trabajo. ¿Ha cambiado tu manera de vivir los viajes profesionales a lo largo de los años?

Sí, claro, ahora exijo mucho más. Yo he hecho muchas cosas gratis, nada más que por el viaje.

Llega uno de mis momentos favoritos: El test. Cuando vamos en tren, avión o barco, somos testigos de grandes historias… Yo te voy a decir un sentimiento y tú me cuentas la última vez que lo viviste en un viaje:

Alegría:

¡En todos mis viajes! Para mí, viajar es sinónimo de alegría. En el momento en el que me subo al tren, al barco o al avión, ya empiezan mis vacaciones.

Miedo:

Miedo tengo en los aviones cuando voy con mi familia. Solo cuando voy con ellos, sobre todo con mis hijos. Si voy sola, no tengo miedo, pero por los demás sufro.

Enfado:

La última vez en el AVE, porque el baño del vagón en el que iba olía tan mal que el hedor se extendió al vagón entero. Era tremendo e, incluso, puse una queja a la que jamás respondieron.

Amor:

Siempre que voy con mi marido o mis hijos, siento amor porque los tengo a mi lado. De todas formas, yo creo que el amor está presente en muchas cosas en mi vida; el amor es la pasión, el amor por viajar… En el momento en que estoy en ruta, ya me siento enamorada. ¡Yo me enamoro hasta de un café!

La actriz y ex modelo Esther Arroyo disfruta viajando y le encanta conocer a gente nueva
Cuando viaja a otros países, la también presentadora aprovecha para conocer a las personas autóctonas y sus costumbres 

¿Cuándo el trayecto ha sido más importante que el destino?

Siempre. Es que el destino es el punto final o el punto y seguido, pero el trayecto para mí es muy importante. Yo, desde que estoy con la maleta saliendo por la puerta de mi casa, ya estoy disfrutando de ese camino y del trayecto. Cuando he viajado sola o con mi marido, como somos personas que hablamos por los codos y nos encanta conocer a gente, vivimos cosas que de otra manera me perdería. En función de con quién he viajado, he tenido unas experiencias u otras, lógicamente. Una maravillosa; la tuve una con mi cuñada, Floren, que ya no está con nosotros. Ella era cordobesa y el único lugar al que había viajado en su vida era Barcelona. Pues yo me la llevé a Bali, pasando por Bangkok. Fue algo maravilloso y, de hecho, era como viajar por primera vez porque lo vi todo a través de sus ojos. El trayecto es tan importante como el destino; forma parte de un todo.

Esther, hay personas que ven en los viajes una escapatoria. En tu caso, ¿cómo los vives? ¿Son una oportunidad para reconectar contigo misma?

Sí, algo así. Es que hay que salir de la rutina. Mi marido es interiorista, ahora está en República Dominicana, y algunas veces le salen cosas y me dice: ¿Nos iríamos allí a vivir? Y yo respondo: “¡Pues claro, o sea, yo mañana me voy a donde sea!”. Igual que dejé la serie Periodistas y me fui de Madrid para ir a vivir a Tarifa, y dije: “Me quiero ir a Tarifa a vivir, no quiero vivir más en Madrid, yo quiero salir de aquí”. La gente me decía: “¡Pero estás loca!” y no lo estaba, todo lo contrario, soy muy cuerda, porque sé dónde quiero estar. Me gusta lo que hago ahora, pero también he sido muy feliz fregando platos. Me gusta probar de todo y me genera más inseguridad la vida estática que el empezar de cero; de hecho, nosotros vivimos de alquiler porque no sabemos dónde queremos estar mañana y preferimos no estar atados a nada.

El trayecto es tan importante como el destino, forma parte de un todo; yo, desde que estoy con la maleta saliendo por la puerta de mi casa, ya estoy disfrutando del trayecto”

Esther Arroyo en la presentación de una entidad que busca informar, concienciar y dotar de herramientas para combatir  el dolor.

Esther ArroyoArtista

¿A qué lugar viajó una Esther y volvió otra, igual por fuera, pero distinta por dentro?

Yo creo que fue mi viaje a Londres, en plena edad de cambio, con 18 años. Era una etapa de aprendizaje, justo lo que está viviendo mi hija ahora en Shanghai, aunque ella se ha ido con la espalda cubierta, cosa que yo no hice… Yo me busqué las habichuelas. No sé, creo que es muy importante; la gente joven tiene que viajar.

¿Qué lugar del mundo te hace sentir como en casa?

Bali. Es un lugar al que he ido muchísimo y la gente es maravillosa. Llevo 24 años con mi marido y, a los dos meses de conocerlo, ya me fui con él a Bali, porque tenía que trabajar allí. Tuve que pedir una semana libre en Periodistas para poder ir con él que me dijo: “Pero Esther, para pasar una semana, ¿te vas a venir hasta aquí?, ¿eres consciente de que son 24 horas de viaje?” Y le respondí: “¿Qué pasa?, no tengo más días, pero tampoco hay problema”, y para allá que me fui.

Si pudieras caminar las calles de un lugar en cualquier momento de su historia, ¿cuál elegirías?

Londres, sin duda. En los 60, 70, 80…

 Esther, ¿qué vas a hacer hoy?

¡Voy a cantar, y llego tarde al ensayo!

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Después de hablar un buen rato con ella, me queda claro que viajar no es solo un acto físico para ella, sino un profundo acto emocional. Ya sea conduciendo por una carretera solitaria o explorando nuevos destinos, ella nos muestra que la verdadera esencia de viajar radica en el poder transformador de cada trayecto. Sin importar si se trata de un viaje largo o corto, cada uno de ellos la ha llevado a descubrir nuevas partes de sí misma. Para ella, viajar no es solo cuestión de desplazarse de un lugar a otro, sino una manera de conectar con el mundo y con sus propias emociones, de ir más allá de lo visible y abrazar lo que está por venir. Esther tiene una sensibilidad muy especial de la que, sin duda, tenemos mucho que aprender. 

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