El Liceu vive una fascinación con Alexander Ekman (Estocolmo, 1984) desde que el año pasado debutara en esta sala con su Midsummer night’s dream. El director artístico del Gran Teatre, Víctor García de Gomar, no quiso dejarlo escapar desde que vio su icónico Play, y esta temporada acerca a Barcelona otra de sus más exitosas piezas, este Hammer en el que retrata a una comunidad hippie y altruista que deriva en una sociedad individualista y ególatra. Y ahí es cuando entra en acción el martillo (hammer) para despertarla.
Alexander Ekman y el Ballet de Göteborg traen al Liceu la explosiva ‘Hammer’, una pieza con mensaje social
El Liceu vive una fascinación con Alexander Ekman (Estocolmo, 1984) desde que el año pasado debutara en el Gran Teatre con su Midsummer night’s dream. El director artístico del teatro de la Rambla, Víctor García de Gomar, no quiso dejarlo escapar y esta temporada acerca a Barcelona otra de sus más exitosas piezas, este Hammer en el que retrata a una comunidad hippie y altruista que deriva en una sociedad individualista y ególatra. Y ahí es cuando entra en escena el martillo (hammer) para despertarla.
El coreógrafo sueco la creó para el Ballet de Göteborg, una compañía de contemporánea con 38 bailarines de 20 nacionalidades (entre ellos, tres españoles), cuya directora artística, Katrin Hall, quien un día fue Yerma en el Liceu -”la primera Yerma rubia”, dice- ha logrado fidelizar de algún modo a Ekman. Hammer fusiona una danza vertiginosa con teatro y humor, una escenografía viva y un gran sentido de lo visual y del espectáculo.
El arte del show
“El arte del entretenimiento me parece genial, pero ha perdido su significado, que es mantener tu atención”
¿Cómo pensó en usar esa energía coral para esta reflexión?
Yo pasaba de vacaciones unos días en Grecia cuando vi a un par de chicas que charlaban y, de repente, sin dejar de hacer lo que hacían, sacaban el móvil y se grababan, como si no fueran conscientes de la cámara. Y pensé, caray, ¡qué pasa que el mundo se graba constantemente! Pensé en Shakespeare, que decía que el mundo es un escenario y los hombres y las mujeres somos los actores. Y llegué a la noción de ego, como un personaje en sí. El martillo, colgado en el escenario, es tal vez la amenaza que merece nuestro ego.
Nació en un país y una época en que la danza teatral tenía un gran peso. ¿Cómo fue esta influencia?
El Cullberg Ballet y también Mats Ek eran una gran fuerza teatral, un estilo bastante específico en los ochenta, los noventa y un poco del nuevo milenio. Era muy inspirador. Y esa especie de locura que tenía Mats en sus obras fue definitivamente una inspiración. Y luego, por supuesto, bailé con NDT 2 durante unos años. Vi trabajos de Ohad Naharin, Jiri Kilyán, William Forsythe… y viví su influencia. Y haciendo taller creativo para NDT, pude sentir esa reacción del público… así que me pareció natural seguir creando.
¿De dónde le viene esa facilidad para el espectáculo?
De muy joven fui a una escuela de espectáculos, una escuela de hobby, donde hicimos musicales y shows. Por eso me encanta un gran show. El arte de entretenimiento me parece genial. Pero creo que esa palabra ha perdido su significado y se ha convertido en un género, porque su significado es mantener tu atención. Y creo que hay demasiadas cosas muy aburridas. Por eso muchas veces los teatros están vacíos, los mantenemos con el dinero de los impuestos. Representa que pueden correr riesgos con la creatividad, ¿verdad? Pero si una institución solo hace cosas aburridas y el público no viene, no está haciendo su trabajo. Ahora mismo en el mundo del baile y en el mundo cultural siento que lo comercial, lo mainstream , es a veces aún más artístico que lo que hacemos nosotros. Mira a las grandes estrellas, como Billie Eilish, con sus videos poéticos. Era el caso de Björk, la pionera.
Tenemos que clarificar el proceso creativo de la danza. El ego es a menudo gran parte del problema, hoy en día no funciona decirle a alguien ‘ven a crear una pieza para mi compañía y veamos lo que haces’”
Usted tiene un gran sentido del espectáculo, pero en el momento en que se baila, realmente se baila… algo que hoy en día va a menos.
Es que tenemos que trabajar en cómo creamos la danza. Porque ser coreógrafo es muy difícil. Tienes que tener tanto buenas ideas como dirigir la pieza y ser un buen líder, porque trabajas con gente. No sé si la gente entiende la dificultad de la psicología en el estudio cuando estás creando. El ego es a menudo una gran parte del problema. Pero en estas instituciones hay también un punto de vista anticuado de “no interrumpan a los artistas”. Creemos que esa es la libertad artística, pero no. Hay que clarificar el proceso creativo para la danza. Hoy en día no funciona decirle a alguien “ven a crear una pieza para mi compañía y veamos lo que haces: buena suerte”. No me sorprende que haya mucho trabajo malo que es bastante aburrido y no llega a la gente. Tenemos que ser vulnerables y humildes en la creación. Yo no puedo ser un maestro. Si me llamo maestro, no crearé ningún trabajo interesante más. Si me ponen en el pedestal, dónde queda el misterio. Hay que abandonar la idea antigua del genio. Cuando me acerco a una compañía clásica, los bailarines me temen. ¿Cómo vamos a trabajar si me ponen ahí?
¿Qué parte del trabajo lleva hecho al entrar en el estudio?
Al menos el 50% del plan. En las Olimpíadas, yo tenía que presentarme a Macron. Claro que he de llevar un storyboard . Y creo que las instituciones deberían empezar a trabajar más así, ser serios.
Su ceremonia para los Paralímpicos fue un gran proyecto.
Hay mucho por hacer para lograr la inclusión, dejemos de llamarles superhéroes.
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