Dones de ràdio ★★★★✩
Cristina Clemente entrecruza tres mujeres con cáncer de mama y relaciones diferentes con el sistema sanitario
Dones de ràdio ★★★★✩
Autoría: Cristina Clemente
Dirección: Sergi Belbel
Intérpretes: Àngels Gonyalons, Sara Espígul, Sara Diego
Lugar y fecha: La Villarroel (9/IV/25)
Quien conozca el teatro de Cristina Clemente se encontrará en Dones de ràdio (excelente título) lo que la caracteriza como dramaturga: convivencia natural de drama y comedia, emociones como principal combustible dramático, preferencia de personajes cotidianos para mostrar que lo extraordinario se encuentra en cada uno de nosotros. Esta vez estos estilemas se ponen al servicio de una circunstancia dolorosa: un cáncer de mama. Un huracán –metáfora consensuada entre los tres personajes– que deja a su paso un paisaje de devastación en sus cuerpos, psiques y entorno.
Las tres actrices defienden estupendamente sus personajes y todos los secundarios que hay en el texto
Tres mujeres con un diagnóstico común y relaciones diferentes con el sistema sanitario: la estrella de la radio (Àngels Gonyalons) con todas las opciones a su alcance de la sanidad privada, la concertada y la pública; la enfermera diligente (Sara Espígul) con un acceso privilegiado a la pública, y la trabajadora precaria (Sara Diego) sin otra opción que confiar en la realidad estresada de la pública. Después cada una lidia con sus circunstancias, con la presencia o ausencia de familia, amigos o parejas (spoiler: los compañeros no salen bien parados).
Aunque los tres tipos caen en ciertos estereotipos en el amplio espectro entre el fracaso y el éxito profesional y la representación de su clase social –clichés que Sergi Belbel no evita en su dirección–, Clemente se empeña con éxito en desmontar algunos de los tópicos sobre cómo afrontar la enfermedad y sus efectos secundarios. Un proceso de deconstrucción que alcanza su cenit en la recreación de un programa de radio que descarrila maravillosamente y que sirve además para descubrir el mecanismo interno de la obra. Excusa perfecta para que Belbel vuelva a uno de sus dispositivos escénicos preferidos.
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Las tres actrices defienden estupendamente sus personajes y todos los secundarios que hay en el texto. Quizá no sea un trabajo de matices y capas. No es el objetivo ni de la autora ni del director. Aquí manda la epidermis, que la emoción y el mensaje lleguen nítidos al público. Esa misión se consigue con nota, en parte por cómo se retroalimentan las actrices –muy cómplices– de las historias de sus compañeras. La recompensa es tener pronto a los espectadores enchufados al carrusel de emociones. Una excelente función.
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