Diplomacia británica contra Companys

La diplomacia británica ya no tenía un buen concepto de Lluís Companys en los años anteriores a la Guerra Civil, pero una vez iniciado el conflicto, algunos de sus representantes manifestaron una abierta hostilidad contra el president. El influyente cónsul en Barcelona, Norman King, llegó a afirmar que Companys debería haber sido fusilado tras los fets d’octubre de 1934, y el embajador en Madrid, George Grahame, no dudó en calificarlo de “político sin escrúpulos”. Estas opiniones reflejan el contexto y los prejuicios desde los que gran parte de la clase política británica cimentó una posición, aunque formalmente neutral, en la práctica hostil a la República.

Seguir leyendo…

 Paul Preston analiza en su último libro, ‘La pérfida Albión’ (Debate), los errores por los que Londres no apoyó a la República  

La diplomacia británica ya no tenía un buen concepto de Lluís Companys en los años anteriores a la Guerra Civil, pero una vez iniciado el conflicto, algunos de sus representantes manifestaron una abierta hostilidad contra el president. El influyente cónsul en Barcelona, Norman King, llegó a afirmar que Companys debería haber sido fusilado tras los fets d’octubre de 1934, y el embajador en Madrid, George Grahame, no dudó en calificarlo de “político sin escrúpulos”. Estas opiniones reflejan el contexto y los prejuicios desde los que gran parte de la clase política británica cimentó una posición, aunque formalmente neutral, en la práctica hostil a la República.

Lee tambiénFèlix Badia

Horizontal

El historiador británico Paul Preston responde en su último libro La pérfida Albión (Debate) a por qué el Reino Unido no apoyó la causa republicana, que al fin y al cabo correspondía a la de una democracia liberal, y en cambio hizo la vista gorda con la ayuda de Hitler y Mussolini al bando nacional. A su juicio, el gobierno británico erró al calibrar las intenciones de las potencias fascistas, se dejó llevar por su solidaridad de clase con los sublevados y tomó decisiones marcadas por el desconocimiento y los prejuicios. Unos prejuicios amplificados por sus diplomáticos en España.

Desde su llegada a la presidencia, la opinión sobre Companys de los representantes británicos no era positiva, pero tras octubre de 1934 se deterioró. El embajador en Madrid, George Grahame (en el puesto de 1928 a 1935 y simpatizante con la República), señalaba entonces que era “un político (demasiado) flexible y sin escrúpulos (…) todo lo contrario de su predecesor, Macià”. El cónsul King, por su parte, insistía al afirmar también que “es astuto y carece de escrúpulos (…) su aspecto no desmiente su reputación”.

Parlamento del president Lluís Companys en septiembre de 1937
Parlamento del president Lluís Companys en septiembre de 1937
Propias

Preston destaca que, con el estallido de la Guerra Civil, las legaciones diplomáticas quedaron en la zona republicana, de manera que sus integrantes podían ser testigos de los excesos revolucionarios, pero no de los crímenes en la zona nacional, lo que contribuyó a acentuar aún más el sesgo antirrepublicano de sus puntos de vista.

Companys era, a sus ojos, el responsable del caos revolucionario. Ante el estallido en Catalunya, “la situación empieza a írseles de las manos del gobierno del señor Companys. Han sembrado viento y ahora recogen tempestades. [El president] da la impresión, tanto física como metafóricamente, de ser una rata atrapada en una trampa”, escribía Norman King poco después de iniciada la guerra. Una opinión compartida por el corresponsal del conservador Daily Mail Cedric Salter, que describió al político catalán como “un abogaducho escurridizo, de mentón retraído, mirada esquiva (…) Sin más cualidades que el oportunismo, la falta de escrúpulos –de nuevo– y la capacidad de apelar a las turbas catalanas en su propia lengua, se veía incapaz de detener la efervescencia anarquista”.

Preston cree que Londres no apoyó a la República porque se dejó llevar por la solidaridad de clase con los sublevados y porque no calibró cuáles eran los intereses reales de Hitler y Mussolini

Obviamente no fue Companys la razón de que Londres no apoyara a la República, pero estos comentarios ejemplifican la repulsión que los conservadores británicos sentían hacia el régimen republicano apoyado por la izquierda y al que culpaban del caos. Una manera de pensar que, a juicio de Preston, perjudicó las decisiones del gobierno, pues pesó en exceso “la solidaridad de clase, que los acercaba más a los nacionales”. Eran tiempos de apaciguamiento: “Chamberlain pensaba que Hitler y Mussolini eran antiizquierdistas y anticomunistas, pero no supo ver que en realidad amenazaban frontalmente los intereses del imperio británico”, explica el historiador.

Las decisiones británicas estaban condicionadas también por el pánico a una nueva guerra mundial –que no lograron evitar– y el miedo a la expansión japonesa en Extremo Oriente, que amenazaba esa parte del imperio. Demasiados frentes. Esa combinación de factores causó que el Reino Unido, y a su estela Francia, suscribieran una política de no intervención que no hizo más que fortalecer a los nacionales y dar vía libre a la alianza germanoitaliana.

De iqda. a dcha., Chamberlain, Daladier, Hitler, Mussolini y Ciano antes de la firma de los Acuerdos de Münich
De iqda. a dcha., Chamberlain, Daladier, Hitler, Mussolini y Ciano antes de la firma de los Acuerdos de Münich
Bundesarchiv, Bild 183-R69173 / CC-BY-SA 3.0

Pero la historia se podría haber desarrollado de otro modo. “Creo que si el Reino Unido hubiera apoyado a la República podría haber parado a Hitler. En enero de 1937 Alemania e Italia estaban preocupadas por cómo Franco llevaba la guerra”, explica Preston. “Pensaban que si el Caudillo no se daba prisa en reaccionar los británicos no serían tan imbéciles como para no entrar en el conflicto al lado de la República; fue una ventana de tres o cuatro semanas, en la que los británicos, finalmente, fueron efectivamente tan imbéciles como para no reaccionar”.

No todas las voces en el mundo conservador británico eran contrarias a la República. Es cierto que al principio de la guerra Winston Churchill se manifestó a favor del bando nacional, pero gradualmente se dio cuenta que para los intereses de su país era muy importante frenar las aspiraciones de Hitler y Mussolini y para ello había que apoyar a la República. Afirma Preston que “Churchill era un inteligente observador en materia internacional y temía que la victoria nacional fortalecería a las dos potencias fascistas, pero en aquel momento se encontraba en plena travesía del desierto y sus opiniones no tenían demasiado impacto”. ¿Habría sido distinto el destino de la República con el después legendario mandatario en el poder?

 Cultura

Te Puede Interesar