La californiana Billie Eilish, que pese a sus 23 años parece que ya haya vivido muchas vidas, cerró este domingo por la noche su corto pero intenso periplo por Barcelona. Y es que en solo dos días fue capaz de reunir a un total de 36.000 almas venidas de todos los puntos de la península y también de Europa, y lo hizo con dos shows para el recuerdo.
La cantante californiana vuelve a reunir a 18.000 entregados fans en una velada llena de emociones y con mensajes para su tierra y su padre
La californiana Billie Eilish, que pese a sus 23 años parece que ya haya vivido muchas vidas, cerró este domingo por la noche su corto pero intenso periplo por Barcelona. Y es que en solo dos días fue capaz de reunir a un total de 36.000 almas venidas de todos los puntos de la península y también de Europa, y lo hizo con dos shows para el recuerdo.
Mucho ha cambiado una artista que visitó por primera vez ese mismo escenario hace seis años, entonces con el tobillo lesionado y ningún disco en el mercado, y ahora convertida en una de las voces más seguidas de la industria y un sinfín de galardones en su haber, dos Oscar incluidos. “Hacía mucho que no venía por aquí”, se encargó de recordar ella misma.
Su ‘Hit Me Hard and Soft’ es un claro ejemplo de su crecimiento
En el concierto de este domingo, la norteamericana se mostró sin filtros: con inseguridades, miedos, vulnerable y con traumas, pero es justamente eso lo que la hace una más de sus fans, que la recibieron con una sonora ovación cuando apareció en lo alto del gran y visual escenario de 360 grados situado en medio de la pista. Este cronista puede afirmar que nunca antes había escuchado una ovación tan atronadora en ese mismo pabellón: en algunos instantes, era imposible descifrar lo que decía la protagonista ante los gritos de los presentes.
Pero, por otra parte, Billie Eilish también está madurando con los años y la experiencia, algo muy palpable en su nuevo Hit Me Hard and Soft, su último disco, que da nombre a la gira y en el que se muestra romántica y combativa a partes iguales. Un álbum bien equilibrado, como lo estuvo toda la velada.

High Rise Media | Jamie Sward
La californiana propuso a los asistentes un viaje emocional que empezó casi con el éxtasis más absoluto con CHIRO, Lunch y NDA, en las que seguro que más de uno se sorprendió al ver hasta cinco músicos en los fosos dado el componente electrónico de ese momento, pero supo bajar revoluciones con WILDFLOWER y, sobre todo, when the party’s over, que cantó sentada. Y esa misma filosofía siguió durante todo el show.
Si por algo destaca este tour es también por la puesta en escena, con un Sant Jordi que se tiñó de rojo en THE DINER, de azul en ilomilo y se llenó de láseres y fuego en bury a friend, Oxytocin -pidiendo a los asistentes que gritaran todo lo que pudieran- y Guess, en la que Eilish se trasladó a un pequeño escenario situado al final de la pista con el color verde iluminando la sala.
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‘What Was I Made For?’, ‘Happier Than Ever’ y ‘BIRDS OF A FEATHER’, el final perfecto
El sonido del Sant Jordi dejó mucho que desear -y eso que mejoró respecto al sábado- y cuando mejor se escuchó la voz de Eilish fue en las baladas, que volvieron a estar presentes con la emotiva THE GREATEST, que llegó a cantar estirada, y SKINNY y la sorprendente TV, que interpretó a la guitarra y acompañada de “dos grandes amigas”, las coristas Eva y Jane.

High Rise Media | Jamie Sward
También hubo espacio para un momento reivindicativo con Your Power, en la que mandó todo su amor a “mi casa”, Los Ángeles, “y a mi país”, dada la situación de Estados Unidos. Y es que a lo largo de 95 minutos la norteamericana hizo de todo: desde recorrer el escenario de arriba a bajo quién sabe cuántas veces hasta convertirse en cámara y grabar a sus músicos, o protagonizar un divertido momento tras los gritos de “y guapa, y reina” del público: “No sé qué decís, pero os quiero”.
Otra marca de la casa son aquellas canciones que empiezan de manera suave pero que tras un in crescendo llegan a su clímax, como ocurrió con L’AMOUR DE MA VIE y sobre todo con ocean eyes, esa con la que empezó todo y que tocó al piano. Un estilo que muestra que, como en la vida misma, se puede caer pero luego es obligatorio levantarse. O, al menos, intentarlo.

High Rise Media | Jamie Sward
Tras dar las gracias a los asistentes y dedicar el concierto a su padre, coincidiendo con el día del padre, llegó el momento de la traca final con un trío de canciones tan esperado como efectivo: la banda sonora de Barbie What Was I Made For?, una Happier Than Ever en la que se lució con la guitarra eléctrica y BIRDS OF A FEATHER, el single más aclamado de su último disco y que terminó con una Billie Eilish con un ramo de flores, confeti por el aire -¿o eran plumas de pájaros?- y muchos asistentes bailando mientras se daban las manos y formaban círculos, derrochando una felicidad envidiable.
Una vez el escenario se quedó vacío, hubo una pregunta que sobrevoló la sala: ¿cuánto tiempo habrá que esperar para volver a ver a la californiana en nuestro país? De momento, no hay una respuesta posible pero, presumiblemente, será una Billie Eilish distinta pero con la misma esencia de siempre. Esa que la hace una más de nosotros y que tanto nos enamora.
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