La consigna del Museo Tàpies al cineasta Albert Serra fue (o al menos así la recuerda el cineasta): “Haz lo que quieras. Pero si tiene que ver con Tàpies, mejor”. “Oh, estaría bien que no tuviera nada que ver”, respondió él, en un proceso que desembocó en el estreno el jueves en la Filmoteca de Catalunya de su último filme, la pieza experimental de 52 minutos fe sense obres morta és, producida por el museo y Andergraun Films, con edición de Roman Bayarri y posproducción de Xavier Pérez.
El cineasta estrena una película experimental inspirada libremente en la obra del artista
La consigna del Museo Tàpies al cineasta Albert Serra fue (o al menos así la recuerda el cineasta): “Haz lo que quieras. Pero si tiene que ver con Tàpies, mejor”. “Oh, estaría bien que no tuviera nada que ver”, respondió él, en un proceso que desembocó en el estreno el jueves en la Filmoteca de Catalunya de su último filme, la pieza experimental de 52 minutos fe sense obres morta és, producida por el museo y Andergraun Films, con edición de Roman Bayarri y posproducción de Xavier Pérez.
Serra insiste en una indagación que empezó con Être resistances, estrenada en el 2016 y que se ha visto muy pocas veces, “sobre cómo se pueden relacionar las artes plásticas y la imagen en movimiento”, aunque reconoce que “la evolución del mundo del arte contemporáneo va por un camino y la de mi mente por otro, y es en la colisión que la propuesta tiene interés”.

David Airob
“El 80% de las películas, en un año, las hará la IA, y las hará mejor, de manera que el 90% de los directores ya no existirán”, asegura el director
Serra admite que “esta película solo se podía hacer bajo la forma de homenaje, pertenencia y burla, con mucha libertad, no había otra forma de hacerlo”. Después matiza: “Quizá burla es excesivo, más bien una ironía máxima, y así ya te quedas tranquilo, porque gracias a esta libertad puede nacer una forma de inocencia, una ambivalencia al final de la que puede haber una cierta emoción sincera”. De hecho, Serra reivindica la intuición, la libertad y la imaginación para llevar el cine más allá, juega: “En Tàpies pese a todo siempre hay una ligereza, juego y algo de niño pequeño”. Cuando él hace una película asegura que no tiene “nada que decir, al contrario de lo que hace la gente, que lleva a cosas esquemáticas, porque no da ningún espacio a la inocencia.” Es por eso, asegura, que “el 80% de las películas, en un año, las hará la IA, y como las nuevas ya son copias, las hará mejor”. “Yo no quiero saber nada, hay que utilizar la imaginación a partir de la inocencia, y aquí la única manera de hacerlo es burlándote, esa es la actitud: si solo tienes data y no tienes intuición, la IA lo hará mejor”. Serra ha hecho “collage, pastiche, ironía y emoción sincera, pero no tiene lógica, son motivos, puntos de partida, Tàpies reducido a otra cosa, que sería la pantalla, pero no sé qué quiere decir la película. Esto es el máximo que se puede hacer cuando asumes que hacerlo es una banalidad, porque con las dos dimensiones del cine es imposible relacionarse con su profundidad matérica”.
La música de Marc Verdaguer, sonido determinante
Uno de los elementos principales del filme es la música de Marc Verdaguer, colaborador de largo alcance de Serra –es el autor de las bandas sonoras de Tardes de soledad o Pacifiction, por ejemplo–, que juega con las repeticiones, la intensidad creciente, el ritmo o la estridencia, da paso al sonido que podría ser ambiente para volver a acordes sintetizados y sonidos al límite del agudo. Para el director, en el cine de ficción hace falta un equilibrio y aquí ha podido ponerlo en primer plano, pero entiende la música como un sonido más, al contrario, dice, de muchos directores actuales: “No entiendo cómo Godard, a los ochenta años, hacía unas mezclas de sonido tan buenas, mucho mejores que todos estos inútiles de ahora”.

Miquel Muñoz / Shooting
En la película se ven siete escenas con títulos que tienen que ver con el artista –Traició, Amic, Primera caiguda, Amat, Segona caiguda, Oracle y Llibertat–, en que en planos entre estáticos e inestables no pasa nada, no se explica nada, no se dice palabra alguna, más allá de las que aparecen en pantalla, extraídas directamente de las obras de Tàpies, que el museo digitalizó y él seleccionó. Actores anónimos, un hombre vestido de romano, otro echado junto a un árbol –Lluís Serrat, que ha participado en casi toda su filmografía desde Honor de cavalleria–, unas chicas que simplemente están… y una escena psicodélica y abstracta. Palabras impresionados como “l’arbre de la serp”, “Femella, mascle”, “matèria espai temps”, “apofàtic”, “Seht die Sonne”, hasta un “ Visca Catalunya” en que el rojo salpica la pantalla mientras el actor tiene un cuchillo, y un final “escolta la terra”. Tàpies también está presente en algunas obras impresionadas, mezcladas con la imagen filmada, sin que a menudo el espectador sepa de dónde sale ni qué hacen. En conjunto, es como meditar ante siete obras matéricas en una sala durante un buen rato: miras, piensas, te fijas en un detalle y de golpe te das cuenta de que ves algo que habías pasado por alto mientras tu mente miraba a algún otro lugar, quizá hacia el interior, una meditación que deja pasar los pensamientos para intentar esta donde estamos: en la pantalla.
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La directora del Museu Tàpies, Imma Prieto, cree que hacen falta “nuevas reflexiones sobre Tàpies desde la actualidad, desde la magia de las palabras y las imágenes que genera,”, y la película de Serra “tiene mucha capacidad de inspiración y sugestión del mundo de Tàpies, por una parte, y toca temas habituales en la obra de Serra, como el paso del tiempo”. Para el director de la Filmoteca, Pablo La Parra, la obra es “un punto de encuentro entre dos creadores que trabajan con sus lenguajes respectivos y te pide un tiempo de reflexión crítica, y eso también hace que sea una obra enigmática”.
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